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dc.date.issued2022-04-07
dc.identifier.urihttps://hdl.handle.net/20.500.11777/5545
dc.description.abstractAl cabo de dos años de cambios en nuestras vidas existen varias formas de integrar (o no) lo que se ha modificado en nuestras vidas: por un lado, están quienes eran propensos al miedo, orden y/u obediencia y decidieron modificar sus rutinas y con ello su estilo de vida para adaptarse a las peticiones que desde las instituciones se promovieron y que terminaron aislándonos “por tu propio bien”. Todavía hay personas que consideran que somos peligrosos y que es mejor vivir separados pues el contacto supone riesgos para la vida. Quienes piensan así llevan un tiempo –y tal vez llevaban un tiempo desde antes de la pandemia- buscando mejorar su casa, su espacio de trabajo y creando lugares seguros para existir en donde la conservación es lo más importante: comer bien, tener dispositivos que les permitan divertirse de mejor manera (una mejor tele, un mejor celular) o utilizar la tecnología para sustituir el contacto (teletrabajo, compras a casa para no salir a la calle, etc.).spa
dc.formatPDFspa
dc.language.isoEspañolspa
dc.rightsAcceso Abiertospa
dc.rights.uriAtribución-NoComercial-SinDerivadas CC BY-NC-NDspa
dc.subjectPandemiaspa
dc.subjectReflexiónspa
dc.subjectNueva Normalidadspa
dc.subjectCOVID 19spa
dc.subjectSociedadspa
dc.titleA mí no me afectó la pandemiaspa
dc.typeArtículospa
dc.contributor.authorCastro Fernández de Lara, José Leopoldo
dc.date.accessioned2022-11-08T15:24:51Z
dc.date.available2022-11-08T15:24:51Z
dc.type.versionVersión publicadaspa


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