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Nunca la toqué
dc.date.issued | 2015-03-20 | |
dc.identifier.uri | http://hdl.handle.net/20.500.11777/685 | |
dc.description.abstract | Mi abuela Chela y yo éramos como uña y mugre. Cada vez que tenía vacaciones, esperaba con ansias la visita a San Rafael. Todos los días ponía el mayor empeño en idear una travesura más auténtica que la del día anterior para que mamá llegara a la conclusión de que necesitaba airearme. Entonces, preparábamos las maletas que nos llevarían al pueblo de su niñez, y de la mía. Jamás pude comprender por qué le decían pantera a la abuela Chela. “Es que a ustedes ya les tocó bien blandita”, decían mis tíos, “hubieran visto cómo se traía al abuelo, bien cortitito, a ustedes los nietos los consiente de más”, y sí era cierto. Conmigo era casi tan dulce como sus buñuelos, mi segundo platillo favorito después del atún en escabeche, también de su autoría. | |
dc.title | Nunca la toqué | en_US |
dc.contributor.author | Arreola Santillana, Martha Isabel | |
dc.date.accessioned | 2015-03-20T19:23:59Z | |
dc.date.available | 2015-03-20T19:23:59Z |
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Número 02. Desigualdad [17]
Otoño - Invierno 2011