dc.description.abstract | La ciudad es el hábitat de 56% de las personas en el mundo, en 2050 aproximadamente 7 de cada 10 personas vivirán en ciudades (Banco Mundial [BM], 2020). En el caso de México, según datos del INEGI (2020), cerca del 80% de la población del país habita zonas urbanas. Lo que implica un reto enorme en la planeación del entorno, para proveer las condiciones de vida humana necesarias, y satisfacer la demanda de recursos naturales para la población urbana.
Adicional a la demanda de recursos naturales, la ciudad requiere de servicios ecosistémicos (SE) que son beneficios que las personas reciben de la naturaleza por el buen funcionamiento de los ecosistemas. Estos pueden venir de diferentes ecosistemas, cercanos o lejanos a la ciudad, entonces la relación de las personas con la naturaleza puede ir más allá de los límites físicos de la ciudad. Siendo así, indispensable estudiar los problemas asociados con el entorno natural, para poder comprenderlos, y generar propuestas que ayuden a mejorar la calidad ambiental de las zonas urbanas, la calidad de vida de sus habitantes y disminuir el impacto negativo que las actividades humanas tienen tanto fuera como dentro de ellas (Escobar y MacGregor, 2016). En la ciudad, las áreas verdes urbanas son de gran importancia, pues son las encargadas de producir una parte de los SE que ésta requiere.
Por otro lado, desde que el ser humano construyó ciudades y las convirtió en su principal hábitat, se inició una separación hombre-naturaleza. Con el permanente proceso de urbanización, se ha promovido la desvalorización de la naturaleza en el espacio urbano (Meza y Moncada, 2010). Esta separación se refleja en la presencia fragmentada de la naturaleza, reducida a manchones verdes dentro del gran espacio urbano. Aunque el discurso formal del desarrollo urbano contempla la integración de áreas verdes como parte de esta estructura, las prácticas formales e informales dan prioridad a los procedimientos lucrativos de la urbanización. | spa |