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dc.date.issued2020-03-04
dc.identifier.urihttps://hdl.handle.net/20.500.11777/4546
dc.description.abstractMuchas veces se le pide a la filosofía demasiado: que solucione, que lidere una salida, que proponga certezas prescribiendo remedios para los males de la humanidad. Sin embargo, la filosofía no puede, ni pretende dispensar una supuesta claridad redentora. Si miramos con atención, nos damos cuenta que, algunos filósofos occidentales han tratado de construir conceptos absolutos que den cuenta de lo real, sin embargo, no lo han logrado. La visión filosófica está montada en ese inquirir lo que no se conoce. De esta manera, la filosofía no concluye ni define nada, más bien interroga. Arthur Schopenhauer sostiene que lo que forja la filosofía es “el coraje de no guardarse ninguna pregunta dentro del corazón”. Quizá, este es el núcleo esencial que puede ofrecer la filosofía: crear un espacio libre para que el ser humano, no solo pueda dudar de todo lo que le rodea, sino que se convierta él mismo en una interrogante, se haga extraño y se descubra –en término agustiniano- como tierra de dificultad.spa
dc.formatPDFspa
dc.language.isoEspañolspa
dc.rightsAcceso Abiertospa
dc.rights.uriAtribución-NoComercial CC BY-NCspa
dc.subjectFilosofíaspa
dc.subjectHumanidadspa
dc.subjectOccidentespa
dc.titleDos actitudes previas para poder filosofarspa
dc.typeArtículospa
dc.contributor.authorSilva de la Rosa, Manuel Antonio
dc.date.accessioned2020-03-26T14:57:14Z
dc.date.available2020-03-26T14:57:14Z
dc.type.versionVersión publicadaspa


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