Y aún nos queda mucho por leer: el espacio poético en el último lector de David Toscana
Fecha de publicación
2018Autor(es)
Tipo
TesisIdioma
EspañolMetadatos
Mostrar el registro completo del ítemResumen
La noción de espacio poético, disertación doctoral de Norma Angélica Cuevas Velasco, habilita el pensamiento literario de Blanchot para develar las meditaciones en la narrativa de algunos escritores. Se trata de teoría en la literatura, el modo en que un texto reflexiona sobre sí mismo, constituyéndose a la vez en sujeto y objeto. En estas obras, lenguaje literario y discurso sobre la literatura son uniformes en su composición y estructura. Al hablar de espacio poético, Cuevas Velasco entiende la “poética” como una “teoría”, en tanto esencia del arte que conforma un discurso literario (El espacio 12).
El espacio poético, que es una forma concreta del espacio literario, se refiere al conjunto de comentarios, reflexiones o digresiones de carácter teórico literario enunciados en la textura ficcional y en consonancia con ella, de tal modo que la configuración discursiva de una obra determinada resulta ser clara expresión de ese pensamiento literario que se despliega en el acto de la escritura. (20)
Este concepto resulta de explorar el fundamento del trabajo ensayístico de Blanchot, mismo que otorga título a El espacio literario (1955), descubriendo así un territorio propicio al pensamiento de la escritura ficcional. Cuevas Velasco no se propone establecer un esquema definitivo; por el contrario, es una invitación a dialogar, con el propósito de construir un marco para hablar de la teoría en la literatura.
Para introducir una definición del espacio literario con vistas al espacio poético, es necesario hablar de “la soledad esencial”, condición imprescindible durante la obra. La escritura se otorga a cambio de separar al autor, al yo (Blanchot, El espacio 15). La obra sucede en el instante donde el lenguaje parece asirse, comunica “algo” que después desaparece: se desdice.
Desprovista del sentido único, la escritura literaria evidencia su condición inacabada. Este atributo la despoja de quien escribe y de quien lee (16).
“El escritor escribe un libro, pero el libro todavía no es la obra; la obra sólo es obra cuando, gracias a ella, la palabra ser se pronuncia en la violencia de un comienzo que le es propio; acontecimiento que se realiza cuando la obra es la intimidad de alguien que la escribe y alguien que la lee” (16-17). Escritura y lectura son las dos caras del espacio literario. El vacío que se origina al escribir (Blanchot le llama “prolijidad estéril”) va ocupándose de sentido en la lectura, sin terminar de abarcarlo nunca. Por eso la literatura, la escritura literaria, se nombra en términos de espacio.
Cuevas Velasco fundamenta en la “descripción” del acontecer durante la escritura y durante la lectura, su propuesta para una interpretación del espacio literario, ese “continente infinito, inmenso, heterogéneo de experiencias del lenguaje” (154). No obstante, la noción de espacio poético proviene del mismo Blanchot quien, influenciado por Heidegger, replantea el espacio literario cuatro años después. En El libro que vendrá (1959), menciona el espacio poético como “algo” que sucede al escribir y al leer. Se trata de la “Poesía”, entendida como verdad en la obra, su interpretación inacabada donde la obra revela cómo es y lo que es: la esencia del arte (222).
En la tesis de Cuevas Velasco se proponen tres líneas conceptuales subyacentes a la noción del espacio literario, que sirven para aproximarse al discurso poético ficcional en las obras: “La ‘muerte del autor’ o la ausencia del yo en el espacio literario”, “La ‘participación del lector’ en el espacio literario” y “El espacio literario y el nivel metatextual” (105). Algunos párrafos abajo, apoyados en la teoría narrativa de John S. Brushwood y Gérard Genette,volvemos a la explicación de cada idea y su presencia en El último lector (2004), de David Toscana.
En “El norte de México según la narrativa de David Toscana”, José Adalberto Sánchez Carbó asienta que la literatura es un tema central en esta obra. El escritor utiliza el comportamiento del protagonista y fragmentos de novelas ficticias para mantener el suspenso en torno a la niña muerta, enunciar las reglas de una buena novela, mezclar realidad y ficción, y confrontar las prácticas de lectura ante el género novelístico (Rincones 369). Después de reseñar el argumento, Sánchez Carbó sintetiza los preceptos que sigue el bibliotecario para distinguir entre las buenas y las malas novelas. En definitiva, encuentra un discurso literario en el texto:
El saldo de esta serie de principios narrativos descubre que David Toscana, valiéndose de la voz de Lucio, concibe lo que Norma Angélica Cuevas Velasco denomina como ‘espacio poético’. Este concepto, inspirado en el llamado ‘espacio literario’ de Maurice Blanchot. (371)
José Sánchez Carbó pone el tema sobre la mesa; sin embargo, cuando refiere el espacio poético en El último lector, se ciñe al canon que el bibliotecario menciona de manera explícita, apoyado en las novelas que lee. A este tenor, reconoce una posición fija respecto a los libros y a las prácticas de lectura. Ello supone que el discurso literario, siendo estático, resulte el mismo para cualquier lector. Eso sí, la definición de espacio poético que utiliza –misma que citamos al principio– admite la aplicación de dichos preceptos en el argumento. Cabe resaltar el distanciamiento que observa entre autor y personaje, pues al observar rasgos esenciales en Lucio (provinciano acomplejado, agudeza en la lectura y su heroicidad quijotesca para mantener una biblioteca sin lectores) el protagonista también constituye la poética del texto, es una figura de lectura.
Dos años después, Claudia Montoya presenta en un congreso de literatura la conferencia titulada: “El último lector, decálogo del novelista”. La finalidad de este trabajo –cuyo texto fue cedido por la autora para escribir nuestro estado de la cuestión– es “descubrir el decálogo del novelista a la manera de David Toscana y ya de paso elaborar sobre la posible solución del crimen” (Anexo 2). Y es que acertadamente ve en el asesinato de la niña un pretexto para explorar las posibilidades de la novela.
Desde el principio, Montoya nota que la “forma” de escribir es una inquietud constante en el autor regiomontano: “Características distintivas de la narrativa de David Toscana son su pulcritud, sencillez y economía de lenguaje” (Anexo 2). En su opinión, los parámetros de una novela bien escrita provienen de los textos apócrifos que Toscana incluye en la obra. Así, delega su postura literaria en Lucio, quien muestra “las pésimas, las mediocres y las excelentes novelas de su colección, resaltando defectos que los escritores deben evitar a toda costa y elogiando cualidades a las que un buen lector debe permanecer atento” (Anexo 2). A diferencia de Sánchez Carbó, Montoya no diferencia entre la persona del autor y su personaje; sin embargo, ambos coinciden en que el discurso literario es “fijo”, al evidenciarse en las novelas apócrifas, complacientes con la estética de Toscana. Exceptuando las normas dos y ocho del decálogo, Montoya plantea el tema desde la perspectiva del escritor y atiende poco las cuestiones de lectura. El mérito yace en sintetizar mediante diez preceptos –escritos a modo de sentencias– la crítica literaria de Lucio.
Ambos académicos dejan cabos sueltos para seguir indagando la teoría literaria en El último lector: la distancia entre el autor y el protagonista, el discurso literario como centro (no) fijo y las meditaciones de lectura, entre otros temas. Una vez identificados, volvemos a la propuesta de Cuevas Velasco para ensayar una descripción del espacio poético en desplazamiento, del cual participa el lector. Por supuesto, apoyado en el espacio literario de Maurice Blanchot.
“El espacio poético –sigue Cuevas Velasco– es emergencia y reflexión en curso de la palabra poética. Aquí, «poético» quiere hacer una doble referencia: primero busca tener a la vista al discurso poético ficcional, pero también al procedimiento de la escritura en tanto que acción y resultado de la acción, de la actividad de la escritura” (155-156). En otras palabras, se trata de averiguar la procedencia de la obra. No solo de la fuente donde abreva el escritor (sus influencias literarias) también del pensamiento que va originándose durante la escritura y durante la lectura. De este modo, se revelan comentarios explícitos –varios ya mencionados por Sánchez Carbó y Montoya– cuya forma parece acabada, pero que permiten reflexionar su contenido. También descubrimos consideraciones implícitas en la escritura ficcional, en la trama. Al terminar el recorrido en la obra, ésta (des)dice un pensamiento literario.
Desde la óptica de Sánchez Carbó, quien reconoce el espacio poético en la novela de Toscana, y la ampliación de sentido en tal concepto por Cuevas Velasco, trabajamos bajo tres supuestos que responderemos en el análisis: El último lector concibe el espacio poético durante su escritura, mismo que se prolonga en la lectura. Como resultado, se pone a la vista un discurso del género novelístico. Esta “teoría” en la novela, además de mostrar los mecanismos que la conforman, desemboca en reflexiones sobre temas varios, destacando: el lenguaje, la escritura, la lectura y la literatura, entre otros.
A partir de tres líneas conceptuales, Cuevas Velasco explica el llamado “espacio literario” y sugiere un recorrido para describir el “espacio poético” en la narrativa: “La ‘muerte del autor’ o la ausencia del yo en el espacio literario”, “La ‘participación del lector’ en el espacio literario” y “El espacio literario y el nivel metatextual”.
Rastreando cada idea en El último lector, percibo un discurso desde la conformación del protagonista, el espacio geográfico ficcional y la intriga de la niña muerta. “La ‘muerte del autor’ o la ausencia del yo” inaugura el espacio literario por el acto de escribir. La escritura es liberada del autor y el lenguaje despojado de un significado. Es transcurrir del tiempo activo al tiempo pasivo, donde el arte se manifiesta: esencia de la historia, del mundo y de la verdad. Aquí entran los elementos teóricos de John S. Brushwood para comprender el proceso generador del efecto “poético”; es decir, cuando la palabra permite varias lecturas sin agotarse por completo: la realidad extratextual (el referente), la histoire del narrador (el significado) y el récit (el significante).
“La ‘participación del lector’…” implica la experiencia literaria, lo que transmite la novela durante su lectura. En este apartado, ubicamos fragmentos donde convergen narración y reflexión. Las meditaciones procedentes de este cruce abarcan tópicos de escritura y crítica literaria; por supuesto, su estructura implícita requiere de una lectura atenta. También proponemos una correlación entre personajes lectores y “tipos” planteados en “La obra y la comunicación”, capítulo de El espacio literario dedicado a la lectura y sus repercusiones.
“El espacio literario y el nivel metatextual” implica volver al texto para identificar su esencia: lo que es y lo que nos dice. “La obra sólo es tal cuando de esa lectura en soledad se pasa a la lectura de la obra sobre el trasfondo de otras obras” (Cuevas 11). Así, observamos los fragmentos apócrifos de novelas para captar la técnica del autor implícito y los escritores ficticios; posteriormente confirmamos o descartamos su aplicación en la trama, que puede matizar la información de los intertextos. Los vínculos transtextuales o de trascendencia textual propuestos por Genette, permiten ahondar en comentarios y situaciones de los subtextos y su vinculación en la trama.
Además de analizar la novela desde el espacio poético, hemos incorporado la teoría de Gerard Gennette y Brushwood para sumar al objetivo de Cuevas Velasco: “abrir un debate que posibilite conocer luego el valor de las aportaciones teóricas vertidas por algunos escritores en sus obras creativas” (19).
Para efectos de una introducción completa, adelantamos que la novela resguarda una poética del lector como “hacedor” de la “obra” (entendida por la esencia artística recuperada en su aventura de significación) y de la “realidad” como creación subjetiva, por lo tanto, ficcional.
Colecciones:
- Tesis [14]